A pesar de
los pesares
Eduardo Galeano
|
|
América Latina ya no es una amenaza. Por tanto, ha dejado
de existir. Rara vez las fábricas universales de opinión pública
se dignan a echarnos alguna ojeada. Y sin embargo Cuba, que
tampoco amenaza a nadie, es todavía una obsesión universal.
No le perdonan que siga estando, que maltrecha y todo siga
siendo. Esa islita sometida a feroz estado de sitio, condenada
al exterminio por hambre, se niega a dar el brazo a torcer.
¿Por dignidad nacional? No, no, nos explican los entendidos:
por vocación suicida. Con la pala en alto, los enterradores
esperan. Tanta demora los irrita. Al Este de Europa han hecho
un trabajo rápido y total, contratados por los propios cadáveres,
y ahora están ansiosos por arrojar tierra sin flores sobre
esta porfiada dictadura roja que se niega a aceptar su destino.
Los enterradores ya tienen preparada la maldición fúnebre.
No para decir que la revolución cubana ha muerto de muerte
matada: para decir que ha muerto porque morir quería.
2
Entre los más impacientes, entre los más furiosos, están los
arrepentidos. Ayer han confundido al estalinismo con el socialismo
y hoy tienen huellas que borrar, un pasado que expiar: las
mentiras que dijeron, las verdades que callaron. Es el Nuevo
Orden Mundial, los burócratas se hacen empresarios y los censores
se vuelven campeones de la libertad de expresión.
3
Nunca he confundido a Cuba con el paraíso. ¿Por qué voy a
confundirla, ahora, con el infierno?
Yo soy uno más entre los que creemos que se puede quererla
sin mentir ni callar.
4
Fidel Castro es un símbolo de dignidad nacional. Para los
latinoamericanos, que ya estamos cumpliendo cinco siglos de
humillación, un símbolo entrañable.
Pero Fidel ocupa, desde hace añares, el centro de un sistema
burocrático, sistema de ecos de los monólogos del poder, que
impone la rutina de la obediencia contra la energía creadora;
y a la corta o a la larga, el sistema burocrático -partido
único, verdad única- acaba por divorciarse de la realidad.
En estos tiempos de trágica soledad que Cuba está sufriendo,
el Estado omni-potente se revela omni-impotente.
5
|
Ese
sistema no proviene de la oreja de una cabra. Proviene, sobre
todo, del veto imperial. Apareció cuando la revolución no
tuvo más remedio que cerrarse para defenderse, obligada a
la guerra por quienes prohibían que Cuba fuera Cuba; y el
incesante acoso exterior lo fue consolidando a lo largo del
tiempo. Hace más de treinta años que el veto imperial se aplica,
de mil maneras, para impedir la realización del proyecto de
la Sierra Maestra.
Continuo escándalo de hipocresía: desde aquel entonces, toman
examen de democracia a Cuba, los fabricantes de todas las
dictaduras militares que en Cuba han sido.
En Cuba, democracia y socialismo nacieron para ser dos nombres
de la misma cosa; pero los mandones del mundo sólo otorgan
la libertad de elegir entre el capitalismo y el capitalismo.
6
El modelo de la Europa del Este, que tan fácilmente se ha
derrumbado allá, no es la revolución cubana. La revolución
cubana, que no llegó desde arriba ni se impuso desde afuera,
ha crecido desde la gente, y no contra ella ni a pesar de
ella. Por eso ha podido desarrollar una conciencia colectiva
de patria: el imprescindible auto-respeto que está en la base
de la auto-determinación.
7 |
El
bloqueo de Haití, anunciado con bombos y platillos en nombre de
la democracia herida, fue un fugaz espectáculo. No duró nada. Terminó
mucho antes del regreso de Aristide. No podía durar: en democracia
o en dictadura, hay cincuenta empresas norteamericanas que sacan
jugo a esa mano de obra baratísima.
En cambio, el bloqueo contra Cuba se ha multiplicado con los años.
¿Un asunto bilateral? Así dicen; pero nadie ignora que el bloqueo
norteamericano implica, hoy por hoy, el bloqueo universal. A Cuba
se le niega el pan y la sal y todo lo demás. Y también implica,
aunque lo ignoren muchos, la negación del derecho a la autodeterminación.
El cerco asfixiante tendido en torno a Cuba es una forma de intervención,
la más feroz, la más eficaz, en sus asuntos internos. Genera desesperación,
estimula la represión, desalienta la libertad. Bien lo saben los
bloqueadores.
8
Ya no hay Unión Soviética. Ya no se puede cambiar, a precios justos,
azúcar por petróleo.
Cuba queda condenada al desamparo. El bloqueo multiplica el canibalismo
de un mercado internacional que paga nada y cobra todo. Acorralada,
Cuba
apuesta
al turismo. Y se corre el peligro de que resulte peor el remedio
que la enfermedad.
Cotidiana contradicción: los turistas extranjeros disfrutan de una
isla dentro de la isla, donde para ellos hay lo que para los cubanos
falta. Se reabren viejas heridas de la memoria. Hay bronca popular,
bronca justa, en esta patria que había sido colonia, y había sido
putero, y había sido garito.
Penosa situación, sin duda; que por ser cubana, se mira con lupa.
Pero, ¿quién puede tirar la primera piedra? ¿No se consideran normales,
en toda América Latina, los privilegios del turismo extranjero?
Y, peor, ¿no se considera normal la sistemática guerra contra los
pobres, desde el mortal muro que separa a los que tienen hambre
de los que tienen miedo?
9
¿En Cuba hay privilegios? ¿Privilegios del turismo y también, en
cierta medida, privilegios del poder? Sin duda. Pero el hecho es
que no existe sociedad más igualitaria en América. Se reparte la
pobreza: no hay leche, es verdad, pero la leche no falta a los niños
ni a los viejos. La comida es poca, y no hay jabones, y el bloqueo
no explica por arte de magia todas las escaseces; pero en plena
crisis sigue habiendo escuelas y hospitales para todos, lo que no
resulta fácil de imaginar en un continente donde tantísima gente
no tiene otro maestro que la calle, ni más médico que la muerte.
La pobreza se reparte, digo, y se reparte: Cuba sigue siendo el
país más solidario del mundo. Recientemente, por poner un ejemplo,
Cuba fue el único país que abrió las puertas a los haitianos fugitivos
del hambre y de la dictadura militar, que en cambio fueron expulsados
de los Estados Unidos.
10
Tiempo de derrumbamiento y perplejidad; tiempo de grandes dudas
y certezas chiquitas.
Pero quizá no sea tan chiquita esta certeza: cuando nacen desde
adentro, cuando crecen desde abajo, los grandes procesos de cambio
no terminan en su lado jodido.
Nicaragua,
pongamos por caso, que viene de una década de asombrosa grandeza,
¿podrá olvidar lo que aprendió en materia de dignidad y justicia
y democracia? ¿Termina el sandinismo en algunos dirigentes que no
han sabido estar a la altura de su propia gesta, y se han quedado
con autos y casas y otros bienes públicos? Seguramente el sandinismo
es bastante más que esos sandinistas que habían sido capaces de
perder la vida en la guerra y en la paz no han sido capaces de perder
las cosas.
11
La revolución cubana vive una creciente tensión entre las energías
de cambio que ella contiene y sus petrificada estructuras de poder.
Los jóvenes, y no sólo los jóvenes, exigen más democracia. No un
modelo impuesto desde afuera, prefabricado por quienes desprestigian
a la democracia usándola como coartada de la injusticia social y
la humillación nacional. La expresión real, no formal, de la voluntad
popular, quiere encontrar su propio camino. A la cubana. Desde adentro,
desde abajo.
Pero la liberación plena de esas energías de cambio no parece posible
mientras Cuba continúe sometida a estado de sitio. El acoso exterior
alimenta las peores tendencias del poder: las que interpretan toda
contradicción como un posible acto de conspiración, y no como la
simple prueba de que está viva la vida.
12
Se juzga a Cuba como si no estuviera padeciendo, desde hace más
de treinta años, una continua situación de emergencia. Astuto enemigo,
sin duda, que condena las consecuencias de sus propios actos.
Yo estoy en contra de la pena de muerte. En cualquier lugar. En
Cuba, también. Pero, ¿se puede repudiar los fusilamientos en Cuba
sin repudiar, a la vez, el cerco que niega a Cuba la libertad de
elegir y la obliga a vivir en vilo?
Sí, se puede. Al fin y al cabo, a Cuba le dictan cursos de derechos
humanos quienes silban y miran para otro lado cuando la pena de
muerte se aplica en otros lugares de América. Y no se aplica de
vez en cuando, sino de manera sistemática: achicharrando negros
en las sillas eléctricas de los Estados Unidos, masacrando indios
en las sierras de Guatemala, acribillando niños en las calles de
Brasil.
Y por lamentables que hayan sido los fusilamientos en Cuba, al fin
y al cabo, ¿deja de ser admirable la porfiada valentía de esta isla
minúscula, condenada a la soledad, en un mundo donde el servilismo
es alta virtud o prueba de talento? ¿Un mundo donde quien no se
vende, se alquila?
|