Árbol
Hernán A Calvo
Derechos de Autor 2009
Todos los Derechos Reservados
|
Paró su automóvil, es un muchacho joven y
comenzó a caminar hacia mí.
El día esta ventoso, se levanta una arenisca típica de estos
últimos días del otoño.
Este es un tiempo inclemente que lo perjudica tanto a él como a
mí.
Su vestimenta, lógica por el frío, un camperón largo, una camisa
de frisa y pulóver grueso, un pantalón pesado, unos lentes
negros y por último un par de borceguíes.
Adivino su intención, seguro es igual a la de todos los que
paran su vehículo cerca de mí, en este páramo donde me
encuentro.
Y no tengo posibilidad de nada!.
Cuando aún esta como a treinta pasos míos le grito: - ¿Que te
hice de mal para que me maltrates o tal vez me mates?.
No me escucha y sigue avanzando.
Le grito nuevamente: - Hermano no lo hagas, ya estoy muy viejo y
muy enfermo, ni qué hablarte de la tristeza y la soledad en la
que me encuentro, ya con muy pocas expectativas de vida!.
Sigue avanzando, cada vez más cerca mío y le grito y le grito,
pero no hay caso, tiene buen aspecto: “Pero, claro, es un
humano”.
Imposible la comunicación!.
Recuerdo que hace setenta y pico a ochenta años, yo era joven y
compartía la vida, por no decir la gloria de un paraíso con
miles y miles de mis compañeros.
Nadie era más que nadie, sí, nos acompañábamos y nos
protegíamos.
Ahí no terminaba la dicha, además dábamos cobijo a otras
especies que traían los vientos, por qué no, alguna pisada de un
animal o un hombre que al pasar caminando, nos dejaba otra
especie de regalo.
Había lugar para todos, teníamos una extensión considerable de
terreno, lo que se podría llamar “Una vegetación salvaje poblada
por árboles y arbustos y pastizales”, donde por su puesto
moraban muchos animalitos e insectos que por nuestro intermedio,
cumplían su ciclo y ellos nos hacían cumplir el nuestro.
Cuando hable de paraíso, estoy seguro que lo era!.
De repente hace ya muchos años, aparecieron unos hombres con
máquinas, mataron a muchos de nosotros, diciendo que era su
trabajo.
Nuestra subsistencia fundamental venía del terreno alto, donde
corría un pequeño riacho.
Entre los trabajos, con otras máquinas lo entubaron con hierro,
arena, piedra y mucho cemento y lo mandaron a comarcas lejanas.
Para nosotros nunca más una gota de agua de él!.En la tremenda huella quedaron enterrados o muertos miles y
miles de compañeros.
Luego la fueron rellenando con tosca que trajeron de otros
lugares y levantaron el terreno un mínimo de sesenta
centímetros.
Pasaban y pasaban máquinas compactadoras, cuando se aseguraron
de lo firme y abovedado del camino conocimos lo que llaman el
adelanto, y ese adelanto fue el asfalto.
|
Ni bien inaugurada la carretera, comenzaron a pasar infinidad de
coches, día y noche, así fue como fueron exterminando las
liebres, perdices y todo animal que camine o corra, luego
mataron o cazaron los pájaros.
No pararon ahí, vinieron expertos y fueron eligiendo los mejores
ejemplares, los sacaron del pie y siguieron talando hasta que
solo quedaron los pequeños arbustos y los pastizales.
Luego, con unos tractores gigantes, con púas tremendas que se
enterraban un metro bajo tierra, colocadas cada veinte
centímetros, que en su avance cubrían doce metros.
De lo que el hombre dice: De trabajo… No de destrucción!.
Arrebataron de la
tierra, toda posibilidad de vegetación, de cualquier tipo.
Luego, hicieron montones y los quemaron.
Todo muy simple!.
Con el tiempo, nos fueron abandonando las lluvias y murió con
los años lo poco que quedaba en pie.
Solamente quedó y se sigue extendiendo, lo podrán ver, solo éste
terrible desierto!.
En aquel momento, quedé con vida de casualidad, porque se dieron
tres situaciones, la primera, por ser muy chico, la segunda, no
me arrancaron las púas de la máquina por estar muy cerca del
alambrado del campo y la tercera, porque seguro alguien debía
quedar para contarlo.
Bárbaros!.
Por qué seguir destruyendo con tanta maldad o inconciencia el
legado que es el regalo de mismísimo Dios.
Para qué seguir contaminado hasta el último río y matando hasta
el último pez. Tan difícil es darse cuenta que sin equilibrio
natural es imposible la vida.
Por qué seguir con la demencia hasta que hayan cortado el último
árbol, nosotros tus hermanos te regalamos el oxigeno que
respiras.
La tierra no es una herencia del pasado, para que hagan lo que
les plazca, es un préstamo del futuro.
Respeta lo que no es tuyo!.
Ya parado frente a mí, se desbrocha la bragueta, me orina, me
quema y se desprende de su rostro un gran alivio.
Quedó solo yo, en este desolador infierno, me voy muriendo de a
poco, mientras mi amigo, va camino al coche...
Hernán A Calvo
Derechos de Autor 2009
Todos los Derechos Reservados
|
|