El padre Las Casas
José Martí
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Cuatro siglos es
mucho, son cuatrocientos años. Cuatrocientos años hace
que vivió el Padre Las Casas, y parece que está vivo
todavía, porque fue bueno. No se puede ver un lirio sin
pensar en el Padre Las Casas, porque con bondad se le
fue poniendo de lirio el color, y dicen que era hermoso
verlo escribir, con su túnica blanca, sentado en su
sillón de tachuelas, peleando con la pluma de ave porque
no escribía deprisa.
Y otras veces se levantaba del sillón, como si le
quemase; y se apretaba las sienes con las dos manos,
andaba a pasos grandes por la celda, y parecía como si
tuviera un gran dolor.
Era que estaba escribiendo, en su libro famoso de la
“Destrucción de las Indias”, los horrores que vio en las
Américas cuando vino de España la gente a la conquista.
Se le encendía los ojos, y se volvía a sentar, de codos
en la mesa, con la cara llena de lágrimas.
Así pasó la vida, defendiendo a los indios.
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