Un relato sobre amor
Autor: Jorge Bucay
|
Se trata de dos hermosos jóvenes que se pusieron de novios
cuando ella tenía trece y él dieciocho. Vivían en
un pueblito de
leñadores situado al lado de una montaña. Él era alto, esbelto y
musculoso, dado que había aprendido a ser leñador desde la
infancia. Ella era rubia, de pelo muy largo, tanto que le
llegaba hasta la cintura; tenía los ojos celestes, hermosos y
maravillosos..
La historia cuenta que habían noviado con la complicidad de todo
el pueblo. Hasta que un día, cuando ella tuvo dieciocho y él
veintitrés, el pueblo entero se puso de acuerdo para ayudar a
que ambos se casaran.
Les regalaron una cabaña, con una parcela de árboles para que él
pudiera trabajar como leñador. Después de casarse se fueron a
vivir allí para la alegría de todos, de ellos, de su familia y
del pueblo, que tanto había ayudado en esa relación.
Y vivieron allí durante todos los días de un invierno, un
verano, una primavera y un otoño, disfrutando mucho de estar
juntos. Cuando el día del primer aniversario se acercaba, ella
sintió que debía hacer algo para demostrarle a él su profundo
amor. Pensó hacerle un regalo que significara esto. Un hacha
nueva relacionaría todo con el trabajo; un pulóver tejido
tampoco la convencía, pues ya le había tejido pulóveres en otras
oportunidades; una comida no era suficiente agasajo…
Decidió bajar al pueblo para ver qué podía encontrar allí y
empezó a caminar por las calles. Sin embargo, por mucho que
caminara no encontraba nada que fuera tan importante y que ella
pudiera comprar con las monedas que, semanas antes, había ido
guardando de los vueltos de las compras pensando que se acercaba
la fecha del aniversario.
Al pasar por una joyería, la única del pueblo, vio una hermosa
cadena de oro expuesta en la vidriera. Entonces recordó que
había un solo objeto material que él adoraba verdaderamente, que
él consideraba valioso. Se trataba de un reloj de oro que su
abuelo le había regalado antes de morir. |
|
Desde chico, él guardaba ese reloj en un estuche de gamuza, que
dejaba siempre al lado de su cama. Todas las noches abría la
mesita de luz, sacaba del sobre de gamuza aquel reloj, lo
lustraba, le daba un poquito de cuerda, se quedaba escuchándolo
hasta que la cuerda se terminaba, lo volvía a lustrar, lo
acariciaba un rato y lo guardaba nuevamente en el estuche.
Ella pensó: "Que maravilloso regalo sería esta cadena de oro
para aquel reloj." Entró a preguntar cuánto valía y, ante la
respuesta, una angustia la tomó por sorpresa. Era mucho más
dinero del que ella había imaginado, mucho más de lo que ella
había podido juntar. Hubiera tenido que esperar tres
aniversarios más para poder comprárselo. Pero ella no podía
esperar tanto.
Salió del pueblo un poco triste, pensando qué hacer para
conseguir el dinero necesario para esto. Entonces pensó en
trabajar, pero no sabía cómo; y pensó y pensó, hasta que, al
pasar por la única peluquería del pueblo, se encontró con un
cartel que decía: "Se compra pelo natural". Y como ella tenía
ese pelo rubio, que no se había cortado desde que tenía diez
años, no tardó en entrar a preguntar.
El dinero que le ofrecían alcanzaba para comprar la cadena de
oro y todavía sobraba para una caja donde guardar la cadena y el
reloj. No dudó. Le dijo a la peluquera:
- Si dentro de tres días regreso para venderle mi pelo, ¿usted
me lo compraría?
- Seguro – fue la respuesta.
- Entonces en tres días estaré aquí.
Regresó a la joyería, dejó reservada la cadena y volvió a su
casa. No dijo nada.
El día del aniversario, ellos dos se abrazaron un poquito más
fuerte que de costumbre. Luego, él se fue a trabajar y ella bajó
al pueblo.
Se hizo cortar el pelo bien corto y, luego de tomar el dinero,
se dirigió a la joyería. Compró allí la cadena de oro y la caja
de madera. Cuando llegó a su casa, cocinó y esperó que se
hiciera la tarde, momento en que él solía regresar.
A diferencia de otras veces, que iluminaba la casa cuando él
llegaba, esta vez ella bajó las luces, puso sólo dos velas y se
colocó un pañuelo en la cabeza. Porque él también amaba su pelo
y ella no quería que él se diera cuenta de que se lo había
cortado. Ya habría tiempo después para explicárselo.
Él llegó. Se abrazaron muy fuerte y se dijeron lo mucho que se
querían. Entonces, ella sacó de debajo de la mesa la caja de
madera que contenía la cadena de oro para el reloj. Y él fue
hasta el ropero y extrajo de allí una caja muy grande que le
había traído mientras ella no estaba. La caja contenía dos
enormes peinetones que él había comprado… vendiendo el reloj de
oro del abuelo.
Si ustedes creen que el amor es sacrificio, por favor, no se
olviden de esta historia. El amor no está en nosotros para
sacrificarse por el otro, sino para disfrutar de su existencia.
 |