Me encanta la ciudad
desperezándose en la mañana.
Desde este mirador
que circula lentamente
disfruto de la visión
espontánea, de las luces,
de los transeúntes
moviéndose como hormigas
que se pierden laboriosas
en el horizonte.
Disfruto las casas antiguas
con enormes puertas talladas,
molduras, arcos, escudos
con flores de Liz, arabescos
y algunas privilegiadas
con la estatua de algún ángel vigilándola.
Importantes balcones con
barandales de hierro forjado
donde nacieron amores,
donde mueren los secretos.
La mirada se me pierde
en las ventanas furtivas
pensando en que haría yo
si esa casa fuera mía.
¿Mi vida seria distinta?