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Fuertes raíces
me aferran a la tierra de mis ancestros,
sin poder avanzar
con los pies cansados y sin rumbo.
La piel, petrificada se confunde con el paisaje
minimizando mi presencia,
en esta ciudad desolada y gris
de amaneceres sin sueños.
Majestuosa me yergo
con los brazos hacia el cielo en posición de súplica.
Ramas fuertes dan abrigo
a la vida que se cobija en mí.
Un torrente de savia nueva y bendecida
recorre el cuerpo de esta mujer cansada, pero sabia.
Han crecido hojas en esta primavera:
ellas auguran un futuro
de reconciliación con esta honda pena.

Un pájaro canta una dulce melodía
sin importar la ausente belleza,
sólo el alma.


He florecido.






 

 

 

 


 

 

 

 

Cris Carbone todos los derechos de autor reservados